#YoMeQuedoEnCasa

Amanece un día más…Gris, blanquecino, nublado y ni una señal que me recuerde que hoy es Jueves Santo…Supongo que muchos se preguntarán cuándo acabará este ‘día de la marmota’ y qué harán cuando se levanten las medidas de confinamiento y se nos permita salir…¿Nos lanzaremos todos como caballos desbocados a la calle?… Esto le preguntó Évole a Juanjo Millás en una reciente entrevista para su programa. Millás, tirando de su conocida peculiaridad, primero disertó en torno a una idea que yo misma he señalado en alguna ocasión sobre el valor de los preámbulos y la importancia de saborear las vísperas de los acontecimientos. Una espera, tan a menudo desaprovechada e inadvertida que, no obstante, constituye un suculento aperitivo para nada despreciable, ni siquiera ante la expectativa de un buen festín…Y concluido su detallado prólogo, el escritor incidió en su idea de ‘no salir’ el ‘primer día que se pueda salir’, afirmando taxativamente que lo aprovecharía para invitar a comer a sus amigos, reservándose la salida para el segundo día…
Supongo también que muchos se sienten más que nunca, parte integrante de una colectividad con la que estamos conectanos y de la que dependemos…A menudo me pregunto ¿qué haría yo sin todas esas personas cuyos trabajos son esenciales para mi supervivencia?. Somos seres gregarios e interdependientes, una afirmación que pronuncio con una consciencia adquirida desde la vivencia de lo que está sucediendo, al tiempo que experimento la sensación de vivir en una ‘realidad paralela’ a la verdadera porque ésta, no deja de ser una realidad ‘inventada’ para sobrevivir. Hemos reinventado nuestras vidas metidos en nuestras burbujas, contemplando desde dentro lo de fuera, observando lo ajeno a través de pantallas, conversando a base de llamadas o wasap… Vivimos hoy sin atrevernos a esperar demasiado del mañana, alegrándonos que el tiempo pase dejándonos libres de la enfermedad… No hacemos planes, no proyectamos viajes, no miramos la agenda ni quedamos con amigos para ir al cine o para pasear…Parece que empezamos a acostumbrarnos, que incluso adoptamos nuevos hábitos, algo que los filósofos no consideran negativo más bien al contrario pues algunos encontraron en el retiro y la soledad, el clima idóneo para desarrollar sus pensamientos y teorías…
Por ejemplo, Michael de Montaigne se retiró solo a su castillo para dedicarse a escribir. En aquella soledad, transformó la idea del diálogo con los demás en una conversación consigo mismo, tratando de dar respuestas a sus interrogantes… Arthur Schopenhauer no sólo era un misántropo sino un solitario empedernido al igual que Nietzche… Hannah Arendt afirmó que “en soledad siempre surge un diálogo, porque incluso en soledad siempre hay dos”. No obstante, no es necesario que nos volvamos ermitaños aunque dada la coyuntura, no estaría de más reflexionar sobre las virtudes y bondades de ‘saber estar solos’… Entonces comprobaremos que las posibilidades se vuelven infinitas. Y es posible que si buceamos dentro de nosotros, descubramos con asombro lo mejor de nosotros mismos…
Y es que de los filósofos, esos seres extraños y raros, podemos aprender mucho…Aunque seguramente de quien más podamos aprender sea de nuestras experiencias personales, individuales e intransferibles…Tenemos una oportunidad: no la malgastemos. Estoy segura que saldremos indemnes y fortalecidos… Y si no sobrevivimos, habremos podido aprender hasta el final…
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