Una habitación propia…

#YoMeQuedoEnCasa

En 1928 Virginia Woolf impartía una conferencia a las alumnas de Cambridge. Apenas habían transcurrido ocho años desde que se había reconocido el derecho al voto para las mujeres. Un año después Virginia decidió escribir un manifiesto feminista, una obra capital de vital importancia para comprender sus cuestionamientos, un ensayo que no es ficción aunque la autora de vida a un ‘yo’ ficticio a través del cual actúa como narradora: «Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si desea escribir ficción». Ambas premisas constituyen una metáfora a través de las cuáles Woolf reclama los espacios propios que se les negaban a las mujeres en la sociedad de su tiempo. A lo largo de la obra se observan las continuas ‘vallas’ que representan los varones, barricadas que las mujeres encontraban a su paso, obstáculos que impedían su acceso a determinados lugares como por ejemplo en una ocasión en la sin darse cuenta corría por el césped de un parque y se lo prohibieron o aquella otra en la se disponía con toda naturalidad a entrar en una biblioteca y le cerraron el paso…

Un factor digno de tener en cuenta es el hecho de que el libro, curiosamente, se publicase en 1929, el año de la ‘gran depresión’, otro de los episodios más dramáticos de nuestra historia reciente. Un gran cataclismo económico que trajo penuria, hambre y algunos suicidios en Wall Street de magnates que perdieron sus fortunas de la mañana a la noche. Virginia o Mary (el personaje) repasa la historia, la antropología y la sociología con el fin de justificar su tesis principal, que no es otra que reclamar un ‘cuarto propio’ donde desempeñar su oficio, aunque en realidad la habitación es un ‘espacio simbólico’ que encierra todo el cuestionamiento de género: «El cuarto propio es un cuarto (privado) pero es universal, porque implica una lucha de años, una batalla que todavía a día de hoy las mujeres peleamos»…

Se me ocurrió pensar en Virginia Woolf y en la ‘habitación propia’ porque, en cierto modo, su alegoría podría adquirir ahora un nuevo sentido inmersos, como estamos, en una situación de confinamiento que será largo y pasará por diferentes vaivenes…En el mejor de los casos, aunque comencemos a salir a la calle, la casa continuará siendo el espacio decisivo por excelencia en el que pasaremos más tiempo. El reducto, la fortaleza que nos ofrecerá mayor seguridad. Es por esto que hoy, a 38 días d. c. (después del coronavirus) me paré a considerar la importancia de los espacios de intimidad en el marco del ‘espacio universal’ que representa la ‘casa’. Todos juntos pero independientes, salvaguardando un cierto grado de privacidad, dedicados al desempeño de otros nobles oficios en los que expresamos nuestra identidad, nuestra individualidad, nuestro ‘yo’…

A este respecto se observan grandes diferencias en relación a la mayor o menor intensidad y repercusión del aislamiento al que estamos sometidos. Porque no todas las familias pueden disponer de un ‘cuarto propio’ para cada uno de sus miembros, un lugar donde dar rienda suelta a las emociones, temores, reflexiones o dejarse estar cuando el día lo único que te pide es silencio o soledad…Aún así, citando de nuevo a la escritora inglesa: “No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”… Y aunque ella se refería a la libertad de pensamiento de las mujeres, la comparación puede valer, en este caso, para aludir a la creatividad porque cuando el artista de profesión, de oficio o espontáneo se dispone a crear no necesita nada, solamente inspiración…

Y es precisamente creatividad e inspiración lo que no ha faltado en estos tiempos de pandemia en los que han surgido iniciativas culturales diversas, generosas y originales, tal y como hemos podido comprobar y disfrutar. Así la cuarentena, en una sus caras más amable, ha dejado fluir el talento, la gracia, la agudeza y el ingenio de muchísimas personas -niños. jóvenes y adultos- que han ideado múltiples maneras de crear ‘actividades culturales’ (utilizando el término ‘cultura’ en su sentido más amplio) gestadas en casa y desarrolladas en ese nuevo escenario urbano que tanto protagonismo ha cobrado: los balcones. Ópera, conciertos de música clásica, bailes, escenas de teatro y hasta retransmisiones deportivas de ‘marcha en terrazas’…Todo un elenco de artistas anónimos han dado lo mejor de sí mismos, estrellas anónimas que ya forman parte de los anales de la historia… Hoy me acordé de vosotros…Por vuestras actuaciones, Gracias!

Mozart desde ‘un cuarto propio’…