
Hace muchos años nadie hablaba del cáncer, al contrario, se ocultaba. Cuando alguien cercano padecía la enfermedad se decía que tenía ‘algo malo’ o que había muerto de ‘algo malo’… La palabra tabú que asustaba sólo pronunciarla se naturalizó cuando los famosos, esas personas que nos parecen inalcanzables y sobrehumanas, salieron valientemente a luz pública con una sonrisa y su cabeza rapada para anunciar: ‘tengo cáncer…’ Si una actriz, cantante o modelo, hombres y mujeres que viven de su imagen pudieron hacerlo, el resto de la humanidad también. Desde entonces desgraciadamente muchos artistas han dado a conocer la enfermedad, han liderado movimientos, creado fundaciones y convocado actos diversos a fin de recaudar fondos para promover ensayos e investigaciones y encontrar así tratamientos eficaces y curativos… Y aunque cada vez son más los que ganan la batalla, siguen siendo muchos los que la pierden…
Casi todos hemos pensado alguna vez que también nos podría tocar a nosotros pero casi nunca nos atrevemos a contemplar que le suceda a uno de los nuestros, de nuestra familia, particularmente a un hijo. Las madres nos negamos a considerar esta posibilidad, la descartamos aunque la veamos de cerca en los hijos de los otros… Desgraciadamente nadie está a salvo, ni existen garantías, doy fe…Y estos días atrás en los que he sabido de algunos famosos de la pantalla que han sido vencidos o están en esa lucha, me ha resultado imposible evitar el recuerdo de mi hijo: el diagnóstico, los años de tratamiento, los momentos de esperanza creyendo que habíamos ganado y el fatídico día en que fuimos derrotados …
El día que falleció mi hijo Carlos, hace siete años, la vida se detuvo…Bueno, en realidad la vida continuó muy a mi pesar, fui yo la que se detuvo. Aunque seguía siendo madre de otros dos hijos me sentía mutilada, como si un pedazo de mí me hubiera sido arrancado sin piedad dejándome una herida en carne viva y abierta que infectaba mi cuerpo y mi alma. Ni siquiera existe una palabra en nuestro riquísimo castellano que defina la identidad de una madre tras la pérdida de un hijo. A veces pienso que no la hay ni puede haberla porque un dolor tan intenso, profundo, desolador, desconsolado, amargo, triste, todo a la par y por separado, un dolor tan hondo y extenso es imposible de condensar en un solo término. Sólo en hebreo encontré un vocablo que designa y nombra a los padres que han sufrido semejante pérdida: ‘shjol’. Eso era yo, en eso me convertí nada más y nada menos: en una madre ‘shjol …’
Estos pensamientos me vienen a la cabeza haciéndome eco de la muerte de algunos personajes de la prensa rosa y del papel couché: Alex Lequio, Pau Donés -Jarabe de Palo- y Rosa Mª Sardá…Todos ellos, como mi hijo, grandes luchadores, todos aferrados a la vida con uñas y dientes sin perder la sonrisa, mostrando una entereza ejemplar. Simples mortales a los que la enfermedad moldea y transforma como si una pátina especial les hubiera envuelto, impregnado y convertido en seres excepcionales, extraordinarios, gigantes adornados con un halo de bondad que contagia, despiertan nuestra admiración y nos asombran con su valentía… Hombre y mujeres, jóvenes o mayores que sobreviven caminando sobre una cuerda floja y en una cuenta atrás investidos de una dignidad que, a mí personalmente, me conmueve, me eriza el vello, me hace un nudo en la garganta y me pone cara a cara frente a la grandeza humana y frente a mi propia muerte…
Apenas hace dos meses, en tiempos del confinamiento estricto, la recién fallecida Rosa Mª Sardá concedió la que fue su última entrevista a Jordi Évole. La actriz hablaba de su experiencia con un tono desesperanzado, abatida… Digna, clara, íntegra pero vencida y escéptica…Se moría y allí estaba hablando sobre una enfermedad que no era el covid y sobre la realidad de la ‘muerte como consecuencia de la vida’, una realidad para la que no estamos preparados, decía, porque no se nos enseña. No tenemos elección. Creo que lo mejor de la vida es la vida en sí misma, la esencia que no es otra que el día a día, momento a momento… Una sucesión de instantes que, cazados hábilmente, nos proporcionan gotas de felicidad que apenas dura lo que tarda en descender una lágrima desde el ojo hasta la comisura de los labios… Sí, sé que puede parecer muy poco pero así de relativo es el tiempo… Necesito creer que la muerte no es el final sino una transformación que da paso a otra forma de vida, la metamorfosis: la oruga mutada en mariposa… Sólo así me siento capaz de asumir la muerte de mis seres queridos y sobre todo la de Carlos…
Su recuerdo se hizo presente aún más si cabe estos días y con él rememoré aquel tiempo cada vez más lejano cuando la vida se tornó gris y nos atrapó una tormenta que se transformó en tsunami…Incertidumbre, ansiedad, miedo, una espera desesperada a sabiendas que la espada de Damocles caería en cualquier momento sobre su cabeza… Mientras, los días transcurrían de tal manera que a medida que menguaba y empequeñecía su cuerpo, se ensanchaba y expandía más y más su alma… Cada vez más lejos de ‘aquí’, cada vez más cerca de ‘allá…’
La enfermedad se llevó finalmente a mi hijo como a tantos otros hijos, padres, hermanos, amigos… Todo cambió a mi alrededor y aprendí una nueva manera de vivir después de una larga travesía por el más desolador de los desiertos. Un tránsito con paradas en múltiples puertos donde curé mis heridas aplicando capas de un bálsamo eficaz y sanador: el perdón y la autocompasión… Acogiendo y acunando mis emociones hasta que dejaron de ser dañinas y autodestructivas…Y así regresé sana y salva para continuar siendo una madre ‘shjol’ el resto de mis días… Una madre que conserva y mece en su regazo el recuerdo agradecido de su hijo siempre vivo en la memoria de quienes le quisimos, le queremos y le querremos siempre…

Recoger,con el alma y el recuerdo, cada uno de los pedazos que hemos perdido es,en el fondo,reconstruirnos para que ellos y ellas,hijas,hermanos,hijos,amigos,los pedazos de nosotros perdidos sientan,donde estén,que su itinerario tuvo un punto,imborrable,de partida.¡Cómo siento en mí lo que ahora sientes, también tú!Un abrazo,de otra mujer shjol.
Me gustaLe gusta a 1 persona
De corazón a corazón gracias . Un abrazo!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
El cáncer poco a poco ha ido perdiendo su estatus de tabú, pero la muerte aún lo conserva. Es paradójico que algo a lo que todos nos tenemos que enfrentar directa o indirectamente siga siendo algo de lo que se habla en susurros y de a poco. Adultos que esperan a la muerte de un familiar para explicarle a sus hijos, en tono solemne y frío, que el abuelito ya no está ni estará. Ese tabú, ese miedo a lo inevitable que se trasmite por generaciones. No es el miedo a nuestra propia muerte lo que impulsa este tipo de comportamiento si no el miedo a la pérdida. Miedo a perder a aquellos a los que amamos y a qué será de nosotros cuando ya no estén. Tú has plasmado de forma muy veraz lo que se siente ante la pérdida de un ser querido, una parte de ti. Gracias por compartir tu experiencia.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias a tí por la empatía u por leerme. Saludos!
Me gustaLe gusta a 2 personas