Los ‘Enigmas de la Casa del Placer…’


La Condesa de Paredes y Sor Juana. (Imagen Internet)

Juana de Asbaje y Ramírez nació en el actual México en 1651. Sobre su nacimiento se baraja la posibilidad de que fuera ‘hija de la Iglesia’, es decir, ilegítima. Su padre parece que era origen vasco. Su madre, una criolla hija, a su vez, de una mujer de Sanlúcar de Barrameda que murió joven… Lo cierto es que la ilustre escritora, educada y formada entre el convento de Amecameca y la biblioteca de su abuelo, fue una niña prodigio que con sólo tres años sabía leer y escribir y con ocho compuso su primer poema (una loa). Muy joven fue a vivir con sus tía materna María Ramírez, casada con don Juan de Mata y desde allí se trasladó a la Corte, donde a los 14 años, gracias a su talento, Juana se convirtió en dama de honor de Leonor Carreto, virreina consorte de don Antonio Sebastián de Toledo, Marqueses de Mancera, quienes la introdujeron en la vida cortesana en la que, enseguida, se dio a conocer por su erudición y habilidad para la escritura…

Con semejantes padrinos no faltaron pretendientes dispuestos a desposarla pero sus ansias de saber, que no la vocación, la inclinaron a la vida conventual por entonces considerada para algunas mujeres, un espacio de libertad donde poder dar riendas suelta a una sed insaciable de conocimiento. La soledad y el silencio tras los muros permitieron a muchas mujeres entregarse a una vida intelectual fuera de su alcance como señoras casadas. La vida religiosa, socialmente entendida como renuncia al siglo, comenzaba con la adopción de un nuevo nombre o sobrenombre que convirtieron a Juana en Sor Juana Inés de la Cruz. Dicha renuncia proseguía negando la parte de herencia correspondiente a cambio de una rentas de manutención, aunque la nobleza continuó gozando de ciertos privilegios en la vida religiosa que ayudaron a conservar el estatus de origen. Al fin y al cabo, se trataba de reproducir el orden social imperante fuera del cenobio. Sor Juana Inés dispuso de celda propia que constaba de dos plantas y tres estancias, en una de las cuales recibía a conocidos intelectuales de su tiempo de la talla de Góngora o Calderón de la Barca y, posteriormente, a don Tomás de la Cerda, Marqués de la Laguna, virrey en Nueva España junto con su esposa Mª Luisa Manrique de Lara, Condesa de Paredes, a la que Sor Juana acabaría llamando Lisy en la intimidad…

Convento Ntra. Sra. de la Expectación (Jerónimas). México. (Imagen Internet)

Por aquel entonces (1680) Sor Juana ya era una escritora consagrada aunque desconocía que su encuentro con la Condesa de Paredes, una mujer culta, inteligente y bella, supondría un punto de inflexión en su escritura y su vida. Juana Inés y Mª Luisa se enamoraron y mantuvieron una intensa relación durante su estancia en el virreinato (entre 1680-1686) que se prolongó, una vez de vuelta a España, hasta la muerte de la escritora. Años en los que mantuvieron contacto gracias a una numerosa correspondencia, una parte conocida como ‘cartas a Lisy‘ . Fue precisamente Mª Luisa quien solicitó a Sor Juana, a través de su prima, que escribiera algo para las monjas de ‘La Casa del Placer’. Fue así como compuso los 20 acertijos o adivinanzas cada uno de los cuales es una redondilla, es decir, una estrofa de cuatro versos que riman en redondo, el cuarto volviendo al primero, al modo de la alegoría femenina. En todos ellos, la respuesta al enigma o acertijo es “amor”.

La figura de Sor Juana Inés continúa siendo relevante y como tal objeto de interés para los estudios de género, para la historiografía y para el feminismo que ha reivindicado el análisis de la que fue su última obra ‘Los Enigmas de la Casa del Placer’ de la que se conservan cuatro copias manuscritas en la Biblioteca Nacional de Portugal que Mª Milagros Rivera Garretas, Catedrática de Historia de la Universidad de Barcelona, rescató y editó en 2018. La obra ha sido calificada como «erótica y divertida», demasiado irreverente y libre para la prensa, como la poesía de Emily Dickinson o la pintura de Hilma af Klint. La Asamblea de La Casa del Placer hizo una edición privada de los Enigmas a principios de 1695, en el “Impresor de la Majestuosa Veneración, a costa de un lícito entretenimiento”. «Cada redondilla -afirma la historiadora- desgrana, poniéndola en palabras veladas e intensas, una experiencia amorosa mil veces vivida a su manera por la mujer enamorada, en este caso sor Juana Inés de la Cruz con la Condesa de Paredes, y revivida en cada lectura por las monjas y las matrocinadoras que constituían la soberana Asamblea de La Casa del Placer»

En el siguiente post escribiré sobre el origen y finalidad esta Asamblea. No obstante, no se dejen engañar por el nombre pues nada tiene que ver con otro placer que no sea el de ‘la lectura, el análisis y el juego de palabras’, finalidad que guarda estrecha relación con los Enigmas de la insigne escritora, entre cuyos versos pueden leerse estos:

“Ser muger, ni estar ausente
no es de amarte impedimento;
pues sabes tú, que las almas
distancia ignoran, y sexo.”

(Inundación castálida, p. 190)

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