Llueve sobre mojado…


Desde que se inició la pandemia, se impuso el distanciamiento social y la limitación de aforos hemos normalizado que tenemos que hacer ‘cola…’. Solos, con gente  conocida o anónima compartimos la espera mientras conversamos de esto o de lo otro…Diálogos intrascendentes que, casi siempre, conducen a ninguna parte, como cuando ‘llueve sobre mojado…’
Fotografía: mp_dc

Hace unos días tuve  que ir al Banco. Cómo era de esperar había cola. Dos exactamente: una para el cajero y otra para las ‘citas previas’. El cajero no funcionaba así que todos, conforme llegaban, preguntaban al chico que encabezaba la fila, que pacientemente repetía una y otra vez: «lo están arreglando, eso me han dicho…» Todos con mascarilla, todos pidiendo turno con aire de resignación pero sin dejar transpirar una gota de impaciencia, como si hacer cola fuera un hábito de toda la vida… La pedagogía de la covid ha funcionado-pensé- hemos aprendido y a nadie le sorprende tener que esperar. Esta situación no sé por qué trajo a mi cabeza imágenes vistas en documentales por la TV de la antigua URSS o de Cuba en tiempos de Fidel Castro, ambas conocidas, entre otras cosas, por sus largas e innumerables colas –mayoritariamente de mujeres- a las puertas de los supermercados o comercios, en aquellos tiempos en los que imperaba el régimen comunista bajo el cual escasearon productos y alimentos…Me pregunté si no será por eso que muchos tienen miedo a pronunciar esta palabra –comunismo- o si es por eso que ‘algunos políticos’ la usan intencionadamente como una amenaza… Recordé también el mes de marzo pasado cuando nuestros supermercados se vaciaron y la gente arrasó con el papel higiénico… En fin, no sé por qué las colas de ahora me provocan un cierto sabor añejo, a pesar de haberlas conocido sólo por los relatos de mis abuelos o mis padres… Y enlazando un pensamiento con otro llegué hasta las actuales ‘colas del hambre…’ Y la palabra ‘hambre’ me sugirió  retroceso y el retroceso  pobreza y la pobreza escasez, penuria, carencia,  estrechez, miseria y de vuelta a las colas…

Detrás de mí unos cuantos señores mayores, dispuestos a cobrar su pensión, discutían sobre las retenciones en la paga extra… Hablaban todos a la par, indignados… Frases construidas con palabras aprendidas de oídas y escasa lectura. Palabras cojas de letras o sílabas aunque plenas de sentido común…Quejas y lamentos tras toda una vida de trabajo y una jubilación exigua que apenas llegaba para dos y que con la crisis tuvieron que dividir por cuatro o por seis … Hombres, porque eran varones los que formaban este corrillo, de piel curtida y ropa de mercadillo acostumbrados a tener que apañar la mesa con comida de ofertas y vino barato, un pecado en una tierra de viñedos y bodegas, conocida también por sus buenos vinos… Paradojas del destino, me dije: cada vez son más los que tienen menos y menos los que tienen más… Miré hacia atrás y comprobé como la cola se curvaba mientras sumaba gente diversa: jóvenes y mayores, mujeres y hombres… Obreros, oficinistas, jubilados…

Por otro lado, en las colas se comentan cosas. Una vez tomado el contacto visual con quien está delante o detrás, un gesto o una simple palabra desencadena una conversación de las de ‘andar por casa’. En esta ocasión, a las puertas de una oficina bancaria, el tema giró en torno al futuro de los bancos, de las sucursales y el triunfo de la ‘banca virtual’ sobre la tradicional. Adiós a esa atención personalizada aun cuando no tuvieras más que unos poco ahorros. «Ahora te asignan un ‘gestor/a’ personal con quien intercambias mensajes que cuelgas en tu ‘muro’ y si quieres más te lo cobran aparte» -dijo una señora con mucha seguridad-. «Lo malo es la gente mayor que no sabe nada de informática» -comentó un señor de mediana edad- «De aquí a diez años esto se acaba -dijo mientras levantaba las cejas e inclinaba la cabeza hacia la puerta de la oficina-» Y es verdad, pensé yo… Los bancos están aprovechando la coyuntura de la covid para realizar grandes fusiones e instaurar definitivamente la banca del futuro que será, casi al cien por cien, virtual…

A continuación alguien se sumó a la conversación para añadir: «Otra cosa que está cambiando es el pequeño comercio, al parecer ya existen varias aplicaciones para el comercio local on line«. Todos asentimos casi a la par. El pequeño comercio, que ya estaba siendo amenazado por las grandes superficies desde hace décadas, ha subsistido a duras penas gracias a una clientela fiel, de las de ‘antes’, aferrada a funcionar ‘como siempre’. Gente mayor, sobre todo, que vive en poblaciones pequeñas donde los cambios se producen con mayor lentitud y sus habitantes se resisten a modificar sus viejos hábitos y forma de vida…A estos pequeños comerciantes la pandemia les ha obligado a elegir entre adaptarse o desaparecer. Por eso han decidido subirse al carro de la venta por internet, animados y empujados por empresas que han impulsado campañas de informatización y han desarrollado nuevas apps -esas de las que se hablaban en la cola- que a muchos les salvará la campaña de Navidad…

De repente el cajero funcionaba y la hilera de gente comenzaba a avanzar con cierta rapidez mientras yo aguardaba mi turno en la fila de al lado… De nuevo presté oídos, movida por la intensidad de las voces más que por la curiosidad… Eran dos señoras con carrito de la compra que hablaban y gesticulaban moviendo las manos: «No sé dónde vamos a parar» -decía una que parecía más mayor- «Yo -contestaba la otra- gracias a la ‘asociación’ que nos da un lote de comida a la semana, sino de qué…» La más mayor asentía con la cabeza mientras la más joven continuaba su soliloquio casi sin respirar: «A ver qué hago yo con 400 euros…Y el Rey, mientras gastando el dinero por ahí… Y los del gobierno no harán nada, te lo digo yo, nada. Como ellos no tienen el problema… A los demás que les den…». Bueno, tuve que hacer una síntesis rebajando el tono porque el monólogo, que no tiene desperdicio, estaba salpicado de palabras gruesas que podrían resultar ofensivas o herir la sensibilidad de alguien…Aunque sinceramente, aparte del tono y de las expresiones más o menos burdas, el contenido, el mensaje, desde mi punto de vista, se ajustaba totalmente  a la realidad…

Me quedé pensativa, valorando lo que había escuchado, sintiéndome privilegiada por no tener que depender de un lote de alimentos… Porque es una realidad que han crecido considerablemente el número de familias que dependen de estas ‘colas’ a pesar del ingreso mínimo vital. A los ‘pobres de siempre’ se han sumado los empobrecidos por la coyuntura económica a resultas de la pandemia. Entonces recordé que hace unos días leí un artículo sobre el voluntariado en España que, al parecer, ha crecido de manera asombrosa. En la actualidad existen dos millones y medio de voluntarios más que antes del coronavirus, la mayoría jóvenes que perdieron el empleo o están en ERTE y decidieron dedicar parte de su tiempo a ayudar a los demás…De hecho, sin esta solidaridad colectiva, muchas familias no podrían subsistir…Las políticas sociales son insuficientes y dejan fuera del tablero a los sectores más pobres…

Por fin llegó mi turno. Crucé la puerta mientras pensaba en lo variopinto del género humano, en la variada casuística de tantas vidas reunidas al azar en una cola…En la ‘suerte’ de unos frente a la bien o mal llamada ‘mala suerte’ de otros. Y me sentí aliviada de pertenecer a ese grupo que se denomina a sí mismo ‘normal’: ni mucho, ni poco sino suficiente…’Normal’ un término de compleja definición…Aunque ahora que lo pienso, en mi cazadora tengo un pin que dice: ‘Normal, es un programa de mi lavadora…’ Ahí queda eso…

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