«El hombre tiene desde un principio (desde su origen) un vínculo establecido con el miedo. Y no podía ser menos por cuanto, por naturaleza, con su nacimiento ha contraído ya una deuda con la muerte (una forma implícita de miedo) De ahí que la idea, el valor simbólico y real, del miedo ejerza una perdurable influencia en su comportamiento, en su pensamiento…» (j. Delumeau)

Esta semana escuché en la radio una tertulia sobre ‘el miedo’ como emoción que se cierne sobre nuestra sociedad, cual espada de Damocles, apuntando sobre nuestras cabezas…Un miedo instrumentalizado por determinados poderes, partidos o instituciones, sustentado mediante discursos a su vez confeccionados con mentiras, suposiciones falsas e interpretaciones que dejan mucho que desear y juegan al escondite con verdad… Y hablaban los tertulianos de los ‘fabricantes de miedos’, encargados de difundir sospechas aprovechando las teorías conspiradoras que circulan, un caldo de cultivo o terreno abonado ideal para sembrar el miedo y manipular a la población, tratando de encaminar sus acciones hacia donde les interesa. Un claro ejemplo sería lo que está ocurriendo con el fenómeno del ‘apagón’, un temor para unos infundado que, de momento, ha disparado las compras de kits de supervivencia aún en contra de la opinión de científicos y expertos. El miedo es un arma de control y dominio que los poderoso y los poderes fácticos han usado a lo largo de la historia…Y como todo acontece a velocidad de vértigo los miedos se suceden y se relevan sin darnos tregua…
El historiador francés Jean Delumeau escribió un magnífico ensayo sobre el miedo, El miedo en Occidente, en el que viene a demostrar que el individuo per se, en colectividad e incluso en el marco de la civilización, permanece atrapado en un diálogo constante con el miedo. Delumeau centra su análisis en las sociedades occidentales durante la Edad Media y Moderna (s. XIV-XVIII) y lo aborda desde diversas perspectivas (económica, histórica, sociológica, antropológica y psicológica) a fin de proyectar el retrato de una «sociedad traumatizada por la peste, las guerras, las disputas religiosas y la inseguridad permanente a la par que examina la instrumentalización del terror, sobre todo por parte de la Iglesia». Finalmente, el autor acaba desvelando las pesadillas de nuestro pasado, raíces de la necesidad de seguridad que caracteriza a nuestra sociedad actual…
Entonces recordé los grandes miedos que me han acechado en las diferentes etapas de mi vida, los míos y los compartido con el común de la población, presentes en el universo social colectivo y desde ahí observar la posible influencia que han ejercido en la construcción de mi propia identidad, de mi yo actual. Durante la infancia los primeros temores fueron nocturnos, ese miedo a la oscuridad que las madres intentan solucionar encendiendo una lamparita…Después, durante la pubertad, como mi padre me llevaba a misa los domingos, fue la Iglesia quien se encargó de gestar mi primer gran miedo: el de morir en ‘pecado’ y condenarme al fuego eterno. En la sacristía de la Iglesia Mayor de mi ciudad había un cuadro. Un relieve en el que se representa el averno con llamas rojas, como una especie de magma incandescente que se tragaba a las almas, de apariencia corpórea, que aparecían engullidas hasta la cintura. Por encima se observaba cómo los ángeles tiraban de los brazos de los condenados para salvarlos…En el plano superior aparecía el cielo: curiosamente tanto miedo borró su recuerdo… A mi generación la machacaron con estos miedos y con otros de andar por casa…
Por supuesto gran parte del imaginario que rodeaba la condenación y el pecado giraba en torno al sexto mandamiento, minuciosamente escrutado, con pelos y señales por los confesores, porque aquí parece radicar la raíz de toda futura condenación…Ah y que conste que a nosotras siempre nos consideraron las instigadoras y responsables de que los varones que nos rodeaban se entregasen con frecuencia a la práctica del pecado de Onán, hijo de Judá, según relata el libro del Génesis (vid. Génesis 38:1-10). Claro que para ayudar un poco nos asignaron un ‘ángel custodio’: ‘el ángel de la guarda’, cuyo homólogo laico bien podría ser ‘Pepito grillo’. Una especie de sombra o conciencia parlante que nos acompañaba en todo momento, velando por nuestra integridad y rectitud y, en ocasiones, nos soplaba en nuestro interior para que actuáramos al dictado de nuestra conciencia…
Volví a ver aquel cuadro hace unos pocos años cuando amadriné a una sobrina-nieta. En esta ocasión me pareció una burda representación del sufrimiento utilizando la metáfora del cuerpo humano, del dolor físico, para explicar la angustia de las almas -supuestamente inmateriales- condenadas a experimentar la ausencia permanente de Dios con todo lo que ello parecía implicar…
Entonces me pregunté por qué no se echó mano del símil de la compasión o del amor, una mirada mucho más amable, para explicar el dolor de la ausencia comparándola al de la privación de la presencia, de los abrazos, de los besos, de la compañía de las personas a quienes queremos. Hubiera bastado porque, en definitiva, todos acabamos perdiendo -real o simbólicamente- a algún ser amado. Pero claro esa visión no asusta ni debilita, el miedo sí…La Iglesia católica parece que asumió la dicotomía cuerpo-alma y, como Platón, aceptó que el cuerpo es un soporte para el alma aunque las ‘sustancias’ (o materias) son diferentes. Por eso el cuerpo es perecedero y el alma eterna…Para bien o para mal, a muchos dejó de convencernos tanto sermón frente a tan poca ejemplaridad…
Bienaventurados los limpios de corazón…
Pasado el tiempo, una pasea el alma por otros territorios al margen de la religión y la nutre con pensamientos buenos y bondadosos hasta tomar posiciones en un camino humanista y un discreto sincretismo que avale las acciones y las envuelva en una pátina de cierta espiritualidad para que trasciendan más allá de lo puramente humano y terrenal …Desde esta perspectiva una comienza a caminar por la vida sin poder evitar descender a más de un infierno y habitar otros tantos purgatorios, todo ello sin llegar a morir una sola vez… Y al final una transita por infiernos que abrasan al calor de la ira, el deseo de venganza, el rencor, el odio, la envidia, la soberbia y pasa temporadas en infiernos frío, helados como témpanos, presa de la indiferencia, la apatía, el desprecio, sometida al desinterés, la tibieza o la desgana… Y de vez en cuando también deambula por purgatorios donde soporta etapas de transformación o metamorfosis, depurándose, lamiéndose las heridas hasta sanarlas para después levantarse y seguir caminando…Al fin y al cabo, rectificar es de sabias…
Y ahora, justo en el último tramo, superados los duelos y algunos miedos personales y colectivos, ahora que la vida parece discurrir plácida como las aguas de un río hacia su desembocadura, desprendida de muchos apegos y ataduras…Ahora que casi nada me escandaliza demasiado, ni me llevo las manos a la cabeza así porque sí…Ahora que la muerte se intuye más como principio e incluso encierra un atisbo de esperanza… Ahora que solo me preocupa molestar, incordiar o depender de otros y una se siente democráticamente madura y medianamente satisfecha por haber llegado hasta aquí indemne, respetada, disfrutando de reconocidos derechos y libertades…«Ahora que tengo un alma que no tenía, que sin saber hemos sabido querernos como es debido, sin querernos todavía…» (como cantaba el maestro Sabina) justamente ahora, aparecen los nostálgicos del pasado dándose golpes en el pecho, presumiendo de Dios, Patria y Rey…Y ¿saben qué? Ellos constituyen mis miedos y aparecen en mis peores pesadillas. Porque provengo de la avanzadilla de mujeres que sin militancia defendieron muchos de los derechos hoy ganados, las mismas que pateamos alguna que otra calle reclamando igualdad y formamos una familia monoparental cuando ni siquiera se utilizaba el término…No quiero que nada se pierda.
Por eso me asusta que un Juez de dudosa ética, turbia moral y cuestionada imparcialidad ocupe un asiento para los próximos nueve años en el Tribunal Constitucional y lo haga a propuesta del mismo partido que lo encubre (quien sabe si como pago de alguna deuda contraída) y con la aquiescencia del Congreso, el visto más o menos bueno del gobierno y el no tan bueno del resto de la Cámara…Me asusta que una joven contrate a un sicario para quitarse de en medio a una compañera de equipo y hacerse con su titularidad, actuando como una vulgar mafiosa… Me da pánico que ‘mis pares’, mis iguales, acosen en la puertas de las clínicas a quienes decidieron abortar, lobas con piel de corderas que disfrazan tramposamente su amable caridad, ofreciendo café para que así, al menos ese día, no puedan hacerlo…Me da miedo la dialéctica de la mentira, la naturalización del uso de lo falso desde el anonimato, que se niegue la violencia de género, que me intenten amenazar a costa de menores e inmigrantes y me entristece profundamente que chicas jóvenes tengan que salir a divertirse intranquilas, vigilantes, con el miedo metido en el cuerpo… Y me asusta vivir en un país de ciegos, donde un tuerto sea el rey… ¡Cuánta pobreza de miras…!
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