Catalina de Aragón: princesa, embajadora y Reina…

Catalina de Aragón

Parece que la TV privada está promoviendo las series históricas, recreando determinadas etapas  o episodios de la historia de Europa con la novedad de focalizar el interés en las mujeres, tal vez porque, como sabemos, han sido las grandes ausentes, semiocultas o ensombrecidas ante el protagonismo de los hombres. Esta es una labor que los historiadores e historiadoras vienen haciendo desde hace ya algunas décadas, en la denominada Historia de las mujeres, ocupándose de rescatarlas para otorgarles el lugar que se merecen en el relato oficial a fin de resituarlas y hacerlas en la memoria colectiva.

El reinado de los RR.CC. representa un punto de inflexión en la historia de la Monarquía Española. Para empezar la Reina Isabel no fue reina consorte, sino que gobernó en Castilla y su marido, Fernando, en Aragón. Con su matrimonio se produjo la unión bajo una sola corona que reposó sobre ambas cabezas, unidas pero independiente, cada una con voz y voto. Los Reyes anexionaron los demás reinos obteniendo así la unidad territorial peninsular, a la que siguió la unidad religiosa impuesta a las minorías con quienes habían convivido pacíficamente. La Iglesia implantó el catolicismo a un alto precio: la expulsión de los musulmanes y judíos, muchos de los cuales se convirtieron amedrantados por el Tribunal de Inquisición… También dotaron al Reino de un ejército permanente; crearon la Sta.Hermandad (algo similar a la Guardia Civil) para vigilar y asegurar los caminos y sentaron las bases de una estructura administrativa y burocrática, precedente del Estado Moderno. Un largo reinado bajo el cual se afrontaron hechos tan relevantes como la conquista del Reino de Granada, último reducto de Al-Ándalus y el Descubrimiento del Nuevo Mundo, ambos en 1492.

La reina Isabel tuvo cinco hijos con Fernando: Isabel, Juan, Juana, María y Catalina. Su marido tuvo más de un affaire de los que nacieron algunos bastardos, cosa muy corriente por aquel entonces. Todos los hijos e hijas fueron educados para ser príncipes o princesas, reyes o reinas. Su madre les crió y educó rodeados de una corte culta, conformada por intelectuales y religiosos, atrayendo además a grandes hombres de Estado, que los asesoraban. El rey Fernando fue un gran político, estratega y diplomático, fuentes de las que bebió Catalina, la hija menor, cuando nadie podía presagiar que su destino  en Inglaterra, estaría tan lleno de obstáculos, humillaciones y desvelos antes, durante y después de ser Reina…

No es necesario aclarar que poco o nada tenían que decir los hijos sobre su futuro. Los padres decidían en favor de la familia, la Casa o linaje y en el caso de la monarquía, velaban por los intereses de la Corona. Así pues, los Reyes decidieron que sus hijos e hijas debían desposar con príncipes herederos de otras Casas europeas, una estrategia que pretendía asegurar el futuro mediante alianzas matrimoniales que les proporcionaba aliados para luchar contra posibles enemigos, (como lo era Francia para España). A Isabel, la mayor, la casaron con Alfonso de Portugal; Juan, el único varón y con poca salud se casó con la bellísima princesa Margarita de Austria; Juana con Felipe el Hermoso, heredero de la Casa de Habsburgo; María con Manuel de Portugal y a Catalina, la prometieron a Arturo, destinado a ser Rey de Inglaterra que murió poco después de contraer matrimonio…

Las princesas se preparaban desde niñas para aceptar el futuro que sus padres decidieran. Sus deseos, intereses o sentimientos no importaban. Venían al mundo para cumplir un deber y se educaban para asumirlo. Algunas, aún siendo niñas, no núbiles, se marchaban a países extranjeros sin ni siquiera conocer la lengua, ni las costumbres, ni lo que se comía, ni los protocolos… Se separaban de sus padres y abandonaban sus familias con algunas damas, servidores y criados, para cumplir su destino. Por supuesto, el amor era impensable. Con suerte el enamoramiento o, a menos, el cariño, llegaría con los años. Lo importante era procrear, tener muchos hijos que garantizaran la sucesión al trono y la expansión de los reinos mediante una política de alianzas matrimoniales…

Enrique VIII y Catalina de Aragón

Y esta fue también, a grandes rasgos, la historia de Catalina, que marchó a Inglaterra para desposar con Arturo, Príncipe de Gales (título que tiene los primogénitos y herederos, similar al de Príncipe -ahora Princesa- de Asturias) con quien estaba prometida desde los tres años. Los jóvenes desposaron en 1501 y apenas cinco meses después Catalina era una joven viuda en una corte extranjera y extraña, en la que sobrevivió hasta que en 1509, contrajo su segundo matrimonio con el que más tarde sería Enrique VIII.

La serie retrata las dificultades de Catalina durante estos años de viudedad, pendiente de una parte de su dote que no llegaba, con un destino incierto, rodeada de extraños que la animaban a regresar a Castilla. No obstante, supo administrar con acierto e inteligencia sus escasa posibilidades de cumplir el cometido para el fue preparada desde niña: llegar a ser Reina. Usó sus habilidades políticas y diplomáticas aprendidas de sus padres, se mantuvo firme, consciente de su dignidad, cualidades que por entonces se interpretaron allí , en Inglaterra, como altanería y arrogancia, aquí, en España, como signo de madurez y sabiduría propias de una mujer de su rango. Catalina fue Reina de Inglaterra y llegó a despertar simpatías y afectos en muchos lugares.

No obstante, su lugar en la Historia ha ido de la mano de su esposo, el Rey Enrique VIII Tudor. De joven gustaba apostar y jugar a los dados, practicaba la caza, el royal tennis… Músico, escritor y poeta, tuvo multitud de amantes y acabó separándose de la Iglesia católica erigiéndose máximo representante del anglicanismo a fin de obtener sucesivos divorcios para volver a casarse hasta seis veces. Su primera esposa, Catalina, una mujer culta y querida, contó con el reconocimiento de intelectuales de la talla de Juan Luis Vives que le dedicó su obra «De Institutio foeminae christianae» («Sobre la instrucción de la mujer cristiana»), publicada en 1523. El autor decía de Catalina que poseía «tanta santidad en vuestras costumbres y un tan generoso y magnífico ánimo, amigo de sagradas letras y buenos ejemplos» y por todo ello merecía respeto y admiración. Tras la muerte de su madre, su ‘valor’ en el mercado matrimonial disminuyó tras heredar Castilla su hermana Juana. Entre tanto, fue nombrada por su padre Embajadora en Inglaterra y tras declararse a Juana ‘inestable’ se aceleró el pago de su dote posibilitando su boda. Ya como esposa del Rey, ejerció como Regente durante los seis meses que su esposo estuvo en Francia.

La primera temporada deja a los seguidores justo en la celebración de su matrimonio. Hasta ahora se ha mostrado a una Catalina joven, luchadora y estratega, que supo esperar y manejar con acierto sus opciones… En opinión de unos, la serie es bastante rigurosa respecto a la narración de los hechos, para otros no hace justicia a la figura de la Reina Católica, (papel que encarna la actriz española Alicia Borrachero) además de enfatizar la historia de Inglaterra en detrimento de la de España… O eso dicen los expertos.

A mi me ha fascinado el atrezzo. Considero que recrea con bastante acierto la vida de la corte y el papel de las mujeres en el siglo XVI. En este sentido se rompen muchos tópicos que pululan en nuestros imaginario y también el mito del ‘príncipe azul’ de los cuentos infantiles (Solían decirse que los nobles y reyes eran de sangre azul…Y es que como no trabajaban en el campo, ni en nada, tenían la piel muy blanca y las venas se transparentaban azules-verdosas. Ser de sangre azul, representaba no haber dado un palo al agua. Las clases populares, en cambio, se curtían la piel trabajando de sol a sol…). La verdad es que durante el XVI y el XVII las mujeres de la corte poseyeron una educación exquisita, eran cultas, conocían varias lenguas y supieron desenvolverse por los entresijos de palacio. Como damas al servicio de las reinas desarrollaron una labor como mediadoras y tuvieron gran influencia por su proximidad a los Reyes y a los grandes hombres de Estado…