Doña Juana I de Castilla: la Reina ¿loca…?

Juana I de Castilla

La figura de doña Juana de Castilla, conocida como Juana la Loca, ha sido objeto de numerosos estudios que, según provengan de la historiografía o la psiquiatría, arrojan opiniones diversas aunque todos coinciden en observar ciertas conductas que hace sospechar sobre el estado de salud  mental del que la Reina gozaba.

De piel clara, rostro ovalado y cabello rubio, Juana fue una mujer atractiva desde su niñez e inteligente que aprendió latín y poesía demás de tener buenas aptitudes para la música… Nada hacía presagiar que llegaría a ser vista como ‘la reina loca’, más bien al contrario, se auguraba un brillante futuro estando predestinada a al príncipe de una de las más importantes cortes europeas.

Y así fue que en 1497, a los 17 años, se trasladó a los Países Bajos para contraer matrimonio con el archiduque de Austria, Felipe el Hermoso, heredero de las casas de Borgoña y Habsburgo. No obstante, su destino como archiduquesa muy pronto se vio alterado tras la muerte de varios miembros de su familia: su hermano mayor, Juan, a los 19 años (1497), según dijeron, debido a los excesos sexuales con su esposa, Margarita de Austria; un año después su hermana Isabel, casada con don Manuel de Portugal que dejó a un hijo que también murió, de manera que en el año 1500, Juana se convirtió en la heredera de Castilla y Aragón, por lo que su madre quiso que, dadas las circunstancias, regresara con ella a la corte castellana.

Las primeras alarma sobre su estado mental se desataron tras la celebración de las Cortes de Toledo, 1504, en la que Juana y Felipe fueron proclamados herederos al trono de Castilla una vez falleciera la reina Isabel quien, curándose en salud, añadió al documento unas líneas señalando que en caso de que Juana no pudiera gobernar, lo haría su padre –el rey Fernando- en su nombre mediante una regencia. Dejaba claro la reina Isabel la escasa confianza que tenía en su yerno, un hombre ambicioso que no hacía feliz a su hija así como también las dudas que albergaba sobre la capacidad mental de ésta.

Algunos historiadores han interpretado la conducta de Juana desde dos perspectivas. Una como actitud de los varones de la nobleza, empeñados que hacerla parecer ‘loca’ por intereses propios y otra, que dicha conducta fuera deliberada por parte de Juana como protesta en un intento de reafirmación en un mundo de hombres…No obstante, otras pruebas sugieren que, efectivamente, Juana tendía a la inestabilidad, enfermedad posiblemente heredada de su abuela materna Isabel de Portugal. Aunque difícilmente se puede hacer un diagnóstico, lo cierto es que esta tendencia constituia un obstáculo para que Juana gobernara.

El regreso de Felipe a los Países Bajos y el ferviente deseo de Juana de reunirse con el, destapó los primeros enfrentamientos entre la reina Isabel y si hija, discusiones que motivaron su reclusión en el castillo de La Mota, en Medina del Campo, lugar en el que la propia Isabel relata como su hija se desnudó en el exterior del recinto donde permaneció hasta altas horas de la madrugada, solicitando audiencia con su madre. Episodios de semejante calibre se fueron sucediendo y con ellos la hipótesis de su locura cobraba más y más fuerza. Hasta que el 25 de septiembre de 1506, murió Felipe dejando a su viuda embarazada de seis meses.

Cuentan que doña Juana acompañó al féretro de su marido hasta su lugar de entierro y que durante el trayecto en numerosas ocasiones ordenaba abrirlo para examinarlos. La muerte repentina de Felipe la sumió en una profunda depresión interpretada como un estado de locura que llevaron a Fernando de Aragón a tomar las riendas y hacerse cargo del gobierno de Castilla con su regencia. Doña Juana fue recluida en Tordesilla acompañada de su hija menor la infanta Catalina. Mientras, muy cerca, en el Monasterio de Santa Clara, descansaban los restos de Felipe.

Mosen Luis Ferrer y el marqués de Denia estuvieron encargados de custodiar a la reina cautiva y, al parecer, ambos le ofrecieron un trato impropio de una mujer de su condición. Juana permaneció recluida de por vida, apartada de cualquier noticia que alterase su maltrecho ánimo. La reino no comía, se negaba a bañarse, a cambiarse de ropa aunque parece que mantuvo un gran apego familiar y recibía constantes visitas de sus hijos y nietos. Todos creían sinceramente que Juana sufría una enajenacióne incluso se sospechó que estuviera endemoniada…

Juana I de Castilla murió el Viernes Santo de 1555, a los 76 años, tras haber permanecido confinada casi medio siglo. Según testigos, sus últimas y balbuceantes palabras habían sido «Jesucristo crucificado, ayúdame». “Juana luchó durante toda su vida para ser una buena hija, esposa y madre. Aceptó que enfermaba con frecuencia y que, cuando eso ocurría, era incapaz de gobernar sus múltiples reinos. El mayor tributo que puede rendirle la historia es reconocer sus debilidades”