En buena compañía: las Damas de la Reina (ss. XVI-XVII)…

Margarita de Austria

Durante siglos la vida cotidiana de los Monarcas a lo largo de la historia, ha despertado la curiosidad de los ciudadanos de a pie. Incluso ahora que la monarquía vive tiempos de crisis, los vaivenes y desencuentros en la familia real, ocupan las portadas de la prensa rosa y el papel couché… A lo largo de los siglos en el imaginario colectivo subyace la idea de considerarlos seres extraordinarios que representan la familia ideal a imitar, cuyas miserias, depravaciones y vicios han sido camuflados bajo la falsa apariencia de una felicidad y moralidad intachable. Nada más lejos. Los libros de historias narran las aventuras y desventuras de hombre y mujeres que ciñieron sus cabezas con la corona y juraron servir al pueblo aunque en realidad se dedicaron literalmente a vivir como lo que fueron, es decir: ‘como reyes’…

Sin embargo, en época moderna, durante los siglos XVI y XVII, apenas gozaron de espacios y tiempos de privacidad. La corte participaba de todos los eventos cotidianos y extraordinarios, incluyendo las actividades íntimas de la alcoba. Hechos tan rutinarios como comer, pasear, salir de caza e incluso ir al baño se realizaban ante determinados miembros de la corte o dignatarios que, según cuentan los historiadores, en ocasiones eran atendidos mientras el Rey evacuaba sentado en un retrete con bordes de terciopelo…

En época de los #Austria, la vida de la Corte estuvo sujeta a una estricto protocolo y etiqueta cuya normativa regulaban por los propios monarcas para cuyo desarrollo necesitó de una extensa nómina de servidores cuya jerarquización puede equipararse al escalonamiento social propio de aquel tiempo, de tal manera que la primera distinción establecida diferenciaba a ‘los servidores de arriba’ que estaban al servicio directo del rey o la reina y ‘los servidores de abajo’, criados y criadas que trabajaban en los quehaceres domésticos. A partir de aquí una graduada infraestructura conformaba el engranaje de la #CasaReal que funcionaba concomitantemente, en paralelo, de manera metódica y puntual a imitación de la corte borgoñona, aún más severa que la española, que acabó imponiéndose bajo el reinado de #Felipe II.

La Casa Real durante el siglo XVII contempló la separación de oficios y servidumbre organizados por género que se encargaban de los cuidados de la #CasaDelRey y de la #CasaDeLaReina, instituciones separadas que acabaron uniéndose a la llegada de los #Borbones. Ocupando la cúspide de este complejo organigrama se colocaba el #MayordomoMayor, cargo que desempeñaba algún miembro de una de las familias nobles que vivían en la corte, prácticamente el único varón -es fácil entender el por qué- a cuyas órdenes se sometían el resto del personal femenino que gestionaba el cuidado personal de los reyes.

La #CamareraMayor era el cargo más relevante y cercano a la persona de la reina y responsable también del resto de #Damas, #DueñasDeHonor, #Meninas y #AyudasDeCámara y retrete. La Camarera Mayor acompañaba a la reina todo el día e incluso dormía en su cámara, tenía acceso a sus espacios privados, al vestidor y en todos tenía preferencia sobre cualquier otro oficio, vigilando que todos los presentes se comportaran debidamente y con corrección ante su señora. Era ella quien proponía la compra de todo lo relativo al vestuario y joyas, previa aprobación por parte del Mayordomo Mayor de la partida correspondiente como responsable igualmente, del guardajoyas.

Otra función de la Camarera era acompañar a la reina a los actos y salidas. A ella le estaba permitido acercarse para arreglar su vestido e incluso tenía destinado un asiento cerca lo que constituía un enorme privilegio. Guardar las puertas de retrete y las de la cámara real eran también funciones de su competencia en cuya ausencia podían asumir las ‘dueñas de honor’. Este cargo era ejercido generalmente por mujeres viudas, miembros de la alta nobleza que contaban con la ayuda de una camarera ‘menor’, de igual status, a su servicio

El cursus honorum de estas mujeres al servicio de la reina ‘de escaleras arriba’ comenzaba frecuentemente como ‘meninas’, compañeras de juego de las infantas con la que crecían y se educaban, elegidas para este cometido entre las hijas de las numerosas familias de la aristocracia cortesana, entre las que destacaron algunos linajes cuyos miembros sirvieron a los reyes durante generaciones, como por ejemplo: los Ponce de León, los Manrique de Lara, los Alvárez de Toledo….Mujeres que ascendieron socialmente y titularon por esta vía pues, el monarca se encargaba de concertar o aprobar matrimonios apropiados y acordes a su preeminencia, además de asignarles una cantidad ( un quento de maravedíes, es decir, 1.000.000 de mrs) en dote tal y como estipulaban los gajes en los asientos correspondientes. Toda esta cohorte de mujeres eran vigiladas y custodiadas, seguiendo sus movimientos Juntas comían a diario bajo la estrecha vigilancia de la #GuardaMayorDeDamas o la #GuardaMenor en ausencia de la anterior, a todas les correspondía en ‘remanente’ del plato de la reina. En general tenían poca libertad de movimientos y sus conversaciones carecían de improvisación o creatividad, pues prácticamente, debían ajustarse a una especie de guión previo.

En definitiva y lejos de lo que podamos pensar, la vida de estas mujeres no resultaba fácil aunque gozaran del privilegio de vivir al amparo de la corte y cerca de la reina pues, en realidad, sus vidas dejaban mucho que desear tanto en cuanto carecían de libertad de movimiento, de decisión, siendo consideradas meros objetos decorativos cuyas rutinas resultaban una continua representación carente de la más mínima espontaneidad a lo que, en ocasiones, sumaban el aislamiento a causa de la barrera de la lengua que sufrían aquellas las damas que llegaban en calidad de séquito acompañante de reinas extranjeras… Y todas sometidas a una máxima enarbolada por los predicadores de la época: fray Antonio de Guevara y fray Luis de León que acabaron imponiendo a las mujeres un alto grado de silencio en el interior de la Casa de la Reina.