Érase una vez una princesa ‘tuerta’ : la Princesa de Évoli

Doña #AnaDeMendoza de la Cerda y Silva y Álvarez de Toledo (1540-1592) constituye una de las personalidades más enigmáticas de nuestra historia. Noble y aritócrata, aglutinó importantes títulos: II duquesa de #Francabilla; II princesa de #Mélito; II condesa de #Aliano; II marquesa de #Algecilla; #DuquesaDeEstremera; #DuquesaDePastrana y #MarquesadeDiano y #PrincesaDeÉboli por su matrimonio con#RuyGómezDeSilva, noble portugués, valido de #FelipeII.

Mucho se ha especulado sobre el parche con el que ocultaba su ojo derecho que, al parecer, usó desde muy pequeña. Corren diferentes versiones desde un accidente de esgrima en que fue alcanzada por el florete, hasta un defecto visual como podría ser el estrabismo. Tuerta o estrábica, el parche se convirtió en una seña de identidad que lució con enorme dignidad a la par que le aportaba un aire severo que no tuvo reparo en inmortalizar posando en numerosas ocasiones para diferentes pintores de cámara. Puede que la memoria colectiva no haya retenido su nombre pero seguro que recuerda que hubo una vez una princesa tuerta.

Educada en el seno de una de las familias castellanas más poderosas, los #Mendoza, fue el mismísimo rey Felipe II quien decidió su matrimonio con su valido. Por entonces Ana contaba sólo 12 años por lo cual no se consumó dicha unión hasta años más tarde. Tanto este episodio como la participación del Rey en la concertación de uniones entre los miembros de la nobleza era frecuente y formaba parte de sus competencias pues, como sabemos, los matrimonios se establecían por razones de Estado, por conveniencias económicas o de prestigio y en general, por razones que afectaban a la #Casa o #Linaje, de ahí que se firmaran previamente las capitulaciones o contrato matrimonial en el que se estipulaban las aportaciones de ambos cónyuges así como los regalos -#DonatioPropterNupcias #Arras- que el novio entregaría a la futura esposa y que en ningún caso podría sobrepasar la décima parte de sus bienes. Fruto de este matrimonio nacieron diez hijos.

En 1573 murió repentinamente su marido, heredando una gran patrimonio en títulos, propiedades, rentas y privilegios que supo administrar adecuadamente, practicando una correcta política de colocación de los hijos, los cuales quedaron posicionados tanto a través del matrimonio, como en el seno de la Iglesia, en destacó el cursus honorum de Fernando, conocido como el #CardenalMendoza.

Las pinturas que se conservan muestran a la princesa como una mujer de gran belleza, inteligente, altiva, atractiva a cuyo porte añadía un cierto halo misterioso mostrando sin complejos un parche que tapaba casi la mitad de su cara. Sus habilidades sociales facilitaron su capacidad para desenvolverse en el entorno cortesano abriéndose hueco en el entorno más próximo a los círculos de poder, de tal manera que gozó de gran influencia. La rumorología que, también existió en aquel tiempo, hizo correr noticias de sus amores con el Secretario de Estado don #AntonioPérez. Incluso sus hijos, al parecer, se habían marchado de casa pues los habían descubierto en situaciones extremadamente comprometidas para ambos. Fueran o no ciertos estos hechos -que parece ser que sí lo fueron- su cercanía al Secretario la involucró en exceso. El entorno cortesano constituía una maraña de redes de influencias, de bandos y facciones en constantes intrigas, rivalidades y pugnas por el poder. Y sea lo que sea hubiera entre ellos fue descubierto por don #JuanDeEscobedo, Secretario de don #JuanDeAustria, hermano bastardo del Rey.

El episodio constituyó un gran escándalo que el Rey Prudente intentó acallar siguiendo el habitual secretismo que le caracterizaba. Las consecuencias fueron muy graves: Antonio Pérez, detenido y en prisión; Escobedo asesinado y la princesa encerrada por orden del Rey primero, en el #TorreónDePinto (Madrid), después en la fortaleza de #Santorcaz (Guadalajara) y finalmente el su #PalacioDucal en #Pastrana (Guadalajara) , donde permaneció acompañada de su hija menor Ana y tres criadas. Sólo el balcón enrejado que daba a la #PlazaDeLaHora, mantenía a la princesa conectada al mundo y a la vida fuera de aquellos muros pues, una vez huido su amante de Castilla hacia Aragón, el rey ordenó enrejar ventanas, balcones y puertas para impedir cualquier intento de escapar o de que fuera salvada por partidarios de su amante.

Nadie comprendió la dureza ni el trato tan severo del monarca para con la aristócrata, una actitud que lleva a pensar en la veracidad de otro bulo que corrió por la corte, habladurías y cotilleos sobre los posibles escarceos amorosos entre el rey y la princesa. Verdadero o falso, doña Ana de Mendoza, permanecio en su encierro durante diez años y falleció dos años después de la huida del supuesto amante en 1693. Sus restos descansan junto a los de su esposo en el panteón familiar de la #Colegiata (Pastrana). Su hija Ana ingresó en El Convento de Carmelitas de la dicha ciudad.