Historia, biografía, mujeres, Renacimiento italiano

La Florencia del Renacimiento, durante el siglo XV, vivió tiempos convulsos, durante los cuales, las familias de la alta nobleza se disputaban el poder, rivalizando y compitiendo unas contra otras. La mentalidad antropocentrista, el amor por la representación de la belleza y la perfección matemática tal y como ha quedado reflejada en la arquitectura, la pintura y la escultura, hicieron resurgir una oleada de artistas que al calor financiero de estas familias, hicieron de Italia el epicentro del Renacimiento y de Florencia una de las ciudades punteras desde donde irradiaron modelos, tendencias, pensamientos…No en vano, Italia, ha continuado continuado a la cabeza de las más conocidas firmas de moda: Armani, Gucci, Versace, Dolce & Gabbana…

En esta ciudad, en 1427, nació Lucrezia Tornabuoni, hija de Nanna di Niccolo di Luigi Guicciardini y Francesco Tornabuoni. Como hija de nobles, recibió una educación esmerada basada en los principios humanista y morales acordes a su estatus y género, preparándose para ser una amante esposa y buena madre, roles propios que toda mujer estaba abocada a ejercer aunque, en el caso de Lucrezia, a todo ello sumó un enorme poder tras emparentar con los Médici al desposar con Pedro, hijo de Cosme el Viejo.

Pedro de Médici tenía 28 años y ella 19. Era un hombre inteligente, amante de las artes y de las letras. La unión, concertada en favor y beneficio de ambas familias, hizo que Lucrezia, por azar, encontrara en su esposo la horma de su zapato, convirtiéndose en una fiel compañera que compartió con él sus inquietudes tanto políticas como artísticas. El matrimonio tuvo cinco hijos entre los cuales sobresalió la figura de Lorenzo el Magnífico, el gran político, amigo y mecenas de Leonardo da Vincci y Sandro Boticelli, entre otros.
No obstante, esta dama florentina brilló con luz propia pues fue una mujer que se adelantó a su tiempo reclamando la igualdad de derechos entre hombre y mujeres, una reivindicación que muy pronto suscitó el apoyo de las damas de las élites florentinas que se involucraron en su causa. Su belleza, en consonancia a los cánones de su tiempo, fue reclamada por muchos artistas italianos apara los que posó y a los que adoptó bajo su mecenazgo, a lo que debemos añadir sus dotes como poetisa y escritora.
Por encomendación de su esposo, se ocupó de la distribución de las limosnas a los pobres, patrocinando obras de caridad en conventos y hospicios, procurando la dote a mujeres sin recurso para que pudieran desposar. Una labor benéfica y de piedad cristiana que, por supuesto, contó con el respaldo de los Médici, quienes no reparaban en utilizar todos los medios a su alcance para publicitarse y ganar apoyos políticos, haciendo famosa la frase: Aquello que es bueno para Florencia y La Toscana, es bueno para los Médici. Lucrezia también contribuyó a la creación de un fondo que permitiera estudiar a los jóvenes pobres de la ciudad y efectuó donaciones al Hospital de Santa María Nova al que proveyó de alimentos necesarios para las comidas anuales de Pascua, Todos los Santos y Navidad.
Así mismo llevó a cabo la mejora y la construcción de diferentes edificios de carácter religioso y públicos, siendo además responsable de la administración de todas las propiedades de los Médici: los puntos de venta, los alquileres y las rentas de sus propiedades. Su posicionamiento la capacitó de un ‘poder’ del que pocas féminas pudieron gozar, el suficiente como para favorecer a su familia nombrando a su hermano Giovanni, jefe del banco de los Médici en Roma e influyendo en el casamiento de su hermana con el fin de consolidar y fortalecer los apoyos políticos de su marido.
En su casa recibió las visitas de los más grandes e ilustres del mundo cultural florentino de la talla de León Battista Alberti, Agnolo Poliziano y Luigi Pulci, personalidades que influyeron en la educación de sus hijos que corrió a cargo del humanista Marsilio Ficino, que ejerció de tutor. Con él estudiaron filosofía e historia y de manos de la propia Lucrecia leyeron a Ovidio, Cicerón y otras obras de literatura latina.
Su mecenazgo fue amplio, patrocinando a Ghirlandaio, Botticelli o Filippo Lippi. La propia Lucrezia sirvió de modelo de estos pintores e incluso usaron su cara para escenas bíblicas, como se puede observar en el cuadro “La madonna del Magnificat” pintado por Sandro Botticelli, que usó su cara en la Virgen María.

Respecto a su obra literaria destacan principalmente los laudi, entre los que mencionaremos “su ascensión a los cielos”, “la muerte de Cristo”, “el juicio final”, “la natividad”… Los poemas laudi tienen temática religiosa, al mismo tiempo que cantan las melodías de moda de la ciudad. Están escritos en lengua vernácula y no en latín. Estas composiciones alcanzaron gran fama a lo largo del siglo XIII. La finalidad de los laudi que escribió Lucrecia fue conciliar la tarea de los grandes patriarcas florentinos con la cultura humanística de Lorenzo Médici. Además de los Laudi, también escribió cinco sonetos de los que se conservan solamente los de temas bíblicos, y ocho himnos para música popular sacra.
Lucrecia falleció el 28 de marzo de 1482. Lorenzo, su hijo, escribía después de su muerte diciendo “que se encontraba ahogado en pena… era su único recurso en las dificultades y el refresco de sus angustias… también tener cuidado con las conspiraciones ya que su madre no puede evitar que se produzcan”.
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