Pero sigo siendo el ‘rey…’

Según la RAE, reY: 1.-  Monarca soberano de un reino 2.-Persona que por matrimonio tiene la dignidad de rey o reina 3.- Pieza principal del juego de ajedrez, la cual camina en todas direcciones, pero solo de una casilla a otra contigua, excepto en el enroque…
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A tres días del discurso pronunciado por Felipe VI el 23-F resaltando la figura paterna como determinante para la detención del aquel golpe de Estado, paladín de nuestra recién nacida democracia, los medios de comunicación destapan un nuevo pago del emérito al fisco, esta vez de cuatro millones de euros, a fin de regularizar su situación eludiendo, otra vez, una posible actuación penal en su contra. Y conforme escuchaba esta noticia una musiquilla comienza a rondarme la cabeza y resuenan los compases de aquella famosa ranchera que inmortalizara el cantante mexicano Vicente Fernández, cuya letra viene al pelo para aderezar el contenido del presente post:

Yo sé bien que estoy afuera
Pero el día que yo me muera
Sé que tendrás que llorar…

Han tenido que pasar siglos para que los historiadores destapen la verdadera personalidad de aquellos hombres que portaron la corona sobre sus cabezas a lo largo de nuestra Historia, desde que las Monarquías se instauraron en nuestro territorio a través de la figura de don Pelayo, el primer Rey astur sobre cuya identidad existe una gran controversia: que si fue un duque visigodo, que si un noble godo o la que parece más verídica, un simple caudillo local convertido en héroe mitificado tras la batalla de Covadonga…Sea como fuere don Pelayo acaparó un relato épico, según algunos, explotado durante el franquismo, presentándolo como defensor acérrimo de los cristianos y de los asturianos…Y así comenzó todo, con un caudillo elevado a la categoría de Rey, título que adoptaron muchos nobles de entonces en una Península poblada por pequeños reinos independientes que convivieron durante ocho siglos hasta quedar unificados en una sola corona cernida sobre las cabezas de los Reyes Católicos allá por el siglo XV…

A partir de ahí la genealogía se convirtió en un factor categórico, taxativo y concluyente…La sangre circulando a través de generaciones de seres humanos destinados, desde la cuna, a regir los destinos de su pueblo. Así, sin pasar ningún test psicotécnico, ni examen de valoración de aptitudes o capacidades. El heredero no era elegido sino impuesto por riguroso orden de nacimiento. Por eso nos han gobernado a pesar de las enfermedades, por encima de incapacidades de todo tipo, verbigracia Felipe III, un ludópata redomado a quien no le preocupaba gobernar o Carlos II ‘el Hechizado’, el rey hidrocéfalo, epiléptico, débil, impotente, estéril y mil cosas más sobrevenidas por el agotamiento de la práctica matrimonial endogámica… Felipe V, ‘el rey animoso’ o ‘el rey loco’ (tuvo varios sobrenombres) que sufría de una melancolía permanente provocada por el trastorno bipolar que padecía o Fernando VI que sufrió de alzeheimer y mordía a cualquiera que se le acercara e incluso a sí mismo. De Carlos IV se dice que fue robusto de cuerpo pero débil de mente…Y sobre Fernando VII se han dicho muchas cosas, casi ninguna buena: «vendió a sus padres, traicionó a sus hermanos y legó a su hija una ristra de guerras entre españoles…» Un ‘prenda’ vamos. Eso sin mencionar otras enfermedades de transmisión sexual como la sífilis o los problemas derivados del prognatismo propio de los Austria que dificultaba la masticación de los alimentos en detrimento de la salud digestiva…

Las mujeres, la mayoría reinantes -según comprobamos en la segunda acepción de la RAE- al primar en la sucesión la línea masculina sobre la femenina, también padecieron las consecuencias de las políticas endogámicas dispuestas por las familias…Isabel la Católica tuvo problemas gastrointestinales, algo tendrían que ver los disgustos por las infidelidades de su marido y, más tarde, una grave depresión tras la muerte de su hijo Juan. Doña Juana, su hija, se ganó el apodo de ‘loca’ debido a sus celos enfermizos y múltiples depresiones post parto, interpretadas (por intereses políticos nobiliarios) como delirio y locura…Mª Luisa de Saboya, primera esposa de Felipe V, padeció una grave tuberculosis, fuertes cefaleas y pérdida del cabello y Mª Luisa de Orleans, esposa de Luis I, un trastorno limite de la personalidad. Para concluir, la más castiza de todas, la reina Isabel II que fue diagnosticada de una icthiosis (sic), enfermedad conocida como ictiosis nacarada. O sea, piel escamosa. Lo que hoy llamamos psoriasis…

En fin, la naturaleza no perdona excesos vengan de donde vengan y los excesos de todo tipo han sido muy comunes entre los miembros de la realeza, sus cohortes y allegados. Naturalmente todos, como ahora, fueron vox populi aunque tanto los servidores reales, comprometidos a guardar el secreto de profesionalidad, como los hombres de Estado cercanos al Monarca de turno, intentaran tapar las numerosas vergüenzas de sus majestades disimulando, maquillando, engañando, extorsionando e incluso levantando bulos para desviar las miradas hacia otro lado, al menos, durante un tiempo…

Así que los vicios y virtudes, los errores y aciertos, lo mejor y lo peor junto a algún que otro secreto de Estado, sólo han salido a la luz tiempo después de la desaparición de sus protagonistas. Los reyes, contrariamente a lo que muchos puedan creer o crean todavía, no son seres excepcionales, dotados de determinadas capacidades transmitidas vía ADN que les cualifican para ser quienes son y presidir ‘simbólicamente’ países o Estados. Son meras personas ‘al uso’ (evito decir ‘normales’), como cualquiera de nosotros sólo que su status les otorga privilegios y prebendas ligadas históricamente al desempeño simbólico de un rol cuyo entrenamiento comienza desde la cuna, inculcándoles la conciencia de ser quiénes son, lo que representan y lo que puede llegar a ser y a representar… Así, poco a poco, se van adentrando e instalando en el imaginario colectivo hasta ocupar el lugar que les corresponde en el organigrama social de su tiempo…

No nos engañemos. Incluso las más recientes biografías de algunos miembros de la Casa Real, se han publicado previo maquillaje para evitar escandalizar a esa parte de la sociedad que la considera como más allá de este mundo, envuelta en un halo de sacralidad y, por ello, intocable…. Basta echar una mirada a la hemeroteca para comprobar aquellos tiempos en los que aparecía toda la familia real fotografiada en los jardines de Zarzuela, en el palacio de Marivent o en las regatas. Todos tan elegantes, bien avenidos, tan campechanos y ‘normales’ (ruego me perdonen la comparación…). Luego vino la separación de los Duques de Lugo, los escándalos de los Duques de Palma, la cacería de elefantes en medio de la crisis, los amoríos reales, la abdicación, las cuentas de don Juan Carlos que no cuadraban, el exilio a Abu Dabi y nuevamente las cuentas sin cuadrar…Aún son muy pocos los que consideran que la Monarquía es una institución obsoleta y bastantes quienes la miran con buenos ojos, toleran, justifican y hasta perdonan sus múltiples pecados, esos mismos que corren un tupido velo o cierran los ojos ante la falta de pudor y ejemplaridad de sus miembros… ¿Hasta cuándo tendremos que esperar para conocer la verdad? Mucho intuyo. Puede que yo posiblemente no lo vea…

Y de nuevo suenan los acordes en mi cabeza y tarareo la siguiente estrofa de la canción:

Con dinero y sin dinero
Yo hago siempre lo que quiero
Y mi palabra es la ley
No tengo trono ni reina
Ni nadie que me comprenda
Pero sigo siendo el rey…

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‘Sabandijas’: Gentes de placer en la corte de los Austria…

Sabandija: 1.- Animalito pequeño. Bicho. 2.- Se aplica a una persona despreciable física o moralmente.

Diccionario María Moliner. Edición abreviada por la Editorial Gredos. Madrid, 2000
Los ‘otros…’

Durante los siglos XVI y XVII Europa desarrolló el gusto y la afición por lo inaudito y por los fenómenos extraños gusto que, por lo novedoso, se puso de moda en algunas Cortes, como sucedió en España bajo el gobierno de los Austria…Enanos, mujeres barbudas, locos, negros, obesos, todo aquel a quien la naturaleza hubiera jugado una mala pasada deformando una parte visible de su cuerpo o su mente, podía hacerse hueco en la Corte donde, con suerte, se sumaba a la denominada ‘gente de placer’ o lo que es lo mismo, de las ‘sabandijas de palacio’.

Los bufones se popularizaron durante la Edad Media y el Renacimiento europeo. Todos pensamos en ellos vestidos de colores y con su sombreros distintivos: una gorra con campanas en cresta de gallo, hecho de tela con tres puntos flojos y con una campanita de tintineo al final. Otros elementos distintivos eran su risa sardónica y su cetro fingido o bastón.

La ‘gente de placer’ se dedicaba a entretener de la mañana a la noche de manera y particular a la familia real, además de hacer reír a los cortesanos provocando burlas y mofas incluso entre ellos. Todo buen sabandija que se preciara primero de todo debía poseer algún rasgo inusual, alguna deformación o anormalidad que contrastara con los demás, que nadie poseyera. Y no solo una anomalía física pues también tuvieron gran éxito los ‘locos y decidores’, los repentistas, ingeniosos e improvisadores como fueron Atilano de Prada y Cristóbal Martínez, ambos al servicio de Felipe IV. Gente ocurrente, capaz de hacer chistes rápidos y sacar puntada a todo… Personas con habilidades especiales que debían ser muy torpes o muy ágiles y graciosos. El humor era la base de su trabajo: acciones, bromas, imitaciones… Su función era el entretenimiento y la diversión de los poderosos a cuyo servicio estaban. Era importante que tuvieran una cierta capacidad para ‘actuar’ e incluso para ejercer de consejeros y críticos. Algunos bufones y enanos famosos aparecen mencionados en las obras de Quevedo, Góngora o Lope, otros inmortalizados por algunos pintores de cámara como Velázquez

Aunque bufón y sabiduría parecen antitéticos, en esta época existía la noción del “tonto sabio”, seres especiales tocados por la por la varita divina, a quienes Dios había otorgado el regalo de la locura infantil (o quien sabe si de una maldición). El caso es que estos hombre y mujeres mentalmente discapacitadas, en ocasiones, encontraron brincando y haciendo malabares un medio de vida. En el mundo áspero de la Europa medieval, gente que no era capaz de sobrevivir encontró en este menester un lugar social…

La caterva de sabandijas fue conocida con numerosos nombres, con frecuencia, de animales: liendres, pulgas, ranas, moscas, micos…Y motes: Juan Calabacillas, Soplillo, Bonamí, Isabelica la Chova, Juan Jayán, Antoncico (un gigante éste), Sarmentico, Perequín, Periquillo, Perote, Velasquillo…etc…

La trupe, que pululaba a sus anchas por el palacio, tenía como única misión entretener, entretener y entretener, sobre todo a los reyes, a los infantes e infantas de la vida tediosa, monótona y encorsetada en el estricto protocolo borgoñón, del que hablaré más adelante. Sus servicios se contrataban generalmente por un año llegando a tener una nómina de hasta cien, según consta en la documentación conservada en los archivos. Curiosamente y a pesar de ser tratados como juguetes, la mayoría se sentía dichoso en la corte pues eso le permitía comer, vestir y dormir a cubierto además de percibir unos emolumentos nada despreciables con los que mantenerse si quedaban en ‘paro…’

Pero no nos engañemos. El tropel de bufones, enanos y gente de placer en general que logró posicionarse cerca del rey obtuvo una capacidad de mediación e influencia para nada despreciable. Algunos eran utilizados como mensajeros, correveidiles o espías, ojos y oídos del mejor postor, personajes a quienes nadie querría tener por enemigo. Truhanes de medio pelo, algunos alcanzaron una acomodada posición y ciertas ganancias como fue el caso de Rabelo de Fonseca quien donó a su segunda esposa dos mil ducados para su dote. Otros, en cambio cayeron en la pobreza más absoluta como le ocurrió a Pablos de Valladolid.

En tiempos de Felipe IV sumaron unos veintitantos. En aquel entonces el maestro Velázquez comenzaba a pintar Las Meninas, cuadro en el que figuran dos de los enanos, Mari Bárbola que aparece retratada junto a una menina y Nicolasito Pertusano, un niño con melena que posa junto a su perro Sansón…Por cierto que este último llegó a palacio de la mano de la reina doña Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV, quien de inmediato le encomendó la misión de ser ‘sus ojos y oídos’.

En fin, todos estos personajes amenizaron la vida palaciega, las reuniones, las fiestas con sus espectáculos…Aunque la diversión tenía un límite pues si alguno se pasaba con el Rey podía costarle el destierro. No obstante en general fueron tan favorecidos como temidos. Es evidente que algunos abusaron de sus puestos de confianza porque al ejercer de mensajeros y espías conocían bien los entresijos de los reyes y de la corte en general y con sus “ditirambos y críticas” podían influir bastante en la opinión pública.

Historiadores y estudiosos han llegado a considerar que el papel de estos personajes en el contexto de la corte influyó a realzar la imagen física de algunos miembros de la familia real minimizando su fealdad o suavizando algunos rasgos definitorios fruto de la fuerte endogamia, verbigracia la prominente ‘quijada’ característica de los Austria: “Mirando los retratos de Felipe IV con Soplillo, y de Isabel Clara Eugenia con la enana Magdalena Ruíz, surge la sospecha de que los enanos gustasen a las personas reales por el realce que prestaban a su figura”